domingo, 26 de junio de 2011

EDUCACIÓN SUPERIOR CON ANIMO DE LUCRO: ¿IMPROVISACIÓN O IMPOSICIÓN?


Más de dos años después de mi salida del sistema educativo público, y ya con año y medio en el sistema educativo privado, me surgen nuevamente muchas ideas sobre lo que es la realidad de la educación en Colombia, ya con una visión más clara de lo que es el verdadero mercado del profesional y lo que en realidad cuesta ser un profesional.

Empecemos por partes, haciendo la aclaración de que ninguna entidad prestadora de servicios educativos puede ser con ánimo de lucro, llámese que todos (óigase bien, TODOS) sus excedentes operativos deben ser reinvertidos en la misma entidad; esto en la teoría debería traducirse en que los “dueños” de las universidades son personas que tienen este tipo de entidades como un bien a la sociedad, mas no como una fuente de financiación personal o corporativa.

Por otro lado vemos que por más que la industria privada lo intente, haga inversiones multimillonarias y haga apoyos directos a las universidades privadas, las universidades públicas son las mejores del país, siendo reconocidas internacionalmente muy por encima que cualquier ente privado de educación superior.

Ahora, para los que no están enterados, resulta que Colombia uno de los índices de escolaridad más bajos en cuanto a formación superior se habla, no solo en la región, sino a nivel global. Aproximadamente un tercio de los jóvenes bachilleres logran entrar a una universidad, y menos de la mitad de estos la culminan exitosamente. Tenemos una mano de obra poco capacitada, una cantidad de profesionales poco dispuestos a la investigación y un mundo demasiado competitivo que nos absorbe cada día mas, los TLC nos obligan a ser más capaces de reinventarnos, y el desempleo es un tema critico en los sectores populares, aunque para el gobierno aún no sea una prioridad.

Sin ser suficiente, Nuestro país en la última década (que curioso) ha pasado a ser el país más desigual del continente, y con puesto de honor a nivel mundial en el mismo tema (la famosa cohesión social), más de la mitad de la población está subempleada, y la línea de pobreza ataca a un gran porcentaje de nuestra población, por lo que desde hace unos años vienen implementándose reformas educativas que permitan darle educación a todo mundo, para ver si salimos de esta olla podrida en la que nos encontramos.

Desafortunadamente, no han sido más que salidas en falso. El sistema de competencias, el decreto 230 (más conocido como la ley del vago), los sistemas de créditos académicos, los diversos modelos de acreditación, la repentina expansión del SENA y ahora la reforma a la ley general de educación superior, no son otra cosa que copias a los modelos más reconocidos internacionalmente, pero no por su eficiencia, sino por todo lo contrario, estos sistemas han sido rechazados en diversos países, tales como España, Inglaterra, Italia, sin contar con otro puñado de naciones.

Este rechazo suele ser entendido en Colombia como una oportunidad de hacer las cosas bien, pero el problema es que se toman remedios foráneos para problemas internos, recayendo nuevamente en un error absoluto y la pérdida de generaciones de jóvenes que son promovidos, incentivados y graduados bajos sistemas educativos que no les proporcionan ningún soporte ni base para una vida digna y prospera.

Pero esto no parece interesarle a nuestros políticos, que se atreven a llamarse “pioneros” cuando deberían estar en cárceles por el detrimento intelectual y el desangre tecnológico que le han dado a nuestro país (¿cierto María Cecilia? Apenas un año después de tu nefasto ministerio no queda sino la basura que regaste) y que no contentos con su brutalidades, se atreven a “innovar” con una propuesta que, si bien ha sido discutida anteriormente, esta vez viene con un “kit” empresarial propio de tecnócratas que lo más cercano que han estado de la realidad del a educación superior en Colombia, es que su despacho queda a menos de un kilometro de la ciudad universitaria.

El asunto ahorita es mucho más grave de lo que antes se proponía. Antes se proponían carreras de 4 años, sistemas de créditos basado en estudios realizados en el exterior, reformas académicas exitosas en las principales universidades del mundo pero sin ajustarlas a nuestras realidades económicas y sociales. Ahora lo que se pretende es una des financiación pública del sistema educativo superior, con la entrada de capital privado que obviamente tiene que ganar plata por alguna parte, así que se propone un sistema de “universidades con ánimo de lucro”. La tecnócrata que tenemos como ministra de educación (que de por si esa señora sabe mucho de negocios, economía y demás pero no sabe nada de educación y calidad académica) dice que esa es la forma de aumentar la cobertura y la calidad académica, al estimular la libre competencia entre estas. Seamos sinceros, los que más ganan en Colombia son los bancos, ¿alguien está contento con su banco? ¿Su cuenta de ahorros le genera los suficientes intereses como para que pueda decir que vale la pena tener sus pesos guardados ahí?

Veamos un caso especifico, la universidad donde actualmente estudio y, no es una universidad modelo, debido en gran medida a su desorden administrativo y a su poca eficiencia al momento de tratar al estudiante de una manera “coherente”, para ellos lo primero es que el estudiante pague, lo segundo es que intente inscribir materias y tercero que inicie a como dé lugar su periodo académico, sin importar las necesidades de cada estudiante, si pudo completar carga o si el sistema no se ha podido desbloquear. Si en definitiva no puede estudiar y le toca cancelar semestre, son más de 5 tortuosos meses para que le devuelvan el dinero, aunque si desea continuar, a los 3 meses le dicen que ese dinero lo puede usar en su siguiente matricula, de lo contrario debe pasar mínimo dos meses más hasta que la carta de devolución de la matricula vuelva a pasar todas las instancias y autoricen la firma de un cheque que podría demorar perfectamente 15 minutos.

Insisto, esto es en una universidad que pregona la “amplia cobertura” como modelo de calidad, una universidad que se jacta de ser la tercera mas grande del país y que proyecta superar en cantidad de estudiantes a las dos más grandes (la UNAD y la Nacional). En este momento uno ve una falla increíble en cuanto a lo que representa cobertura para el factor calidad, en Colombia no hay una política ni un control creíble en cuanto a calidad en la educación superior.

Pero vamos un poco más allá y observemos a los estudiantes del mañana, aquellos que fueron educados bajo el decreto 230, que pasaron uno y otro año de su secundaria amparados bajo una ley que impedía a los docentes evitar su promoción, sin importar lo vagos que hubieran sido a lo largo del año, entrar a una universidad que ya no le importa la promoción de estudiantes y un reconocimiento institucional adecuado, sino que más bien se interesa por la generación de lucro y la satisfacción económica de sus accionistas, va a ser un estudiante que va a pagar más por pasar materias, no por aprender, va a ser una universidad que no va a invertir en C&T, sino que va a procurar mantener sus inversiones a raya y usar los proyectos académicos en pos de la generación de más dinero, pero no en pro de sus alumnos ni de su planta docente, sino en crecer más para poder captar más dinero, con un claro detrimento de la calidad académica, generando más profesionales que mas que pensar e investigar, se dediquen a obedecer y producir, ya que desde la misma universidad se les enseñó que el asunto es de esa dimensión.

¿Dónde queda la investigación, la innovación y la generación de conocimiento? Seamos realistas, El típico empresario colombiano odia investigar, prefiere comprar tecnología obsoleta en lugar de contratar un par de buenos científicos (o ingenieros, o sociólogos o médicos o lo que sea) para tratar de solucionar a base de sus propias herramientas los nuevos desafíos que se le ponen por el frente.

Sin contar con lo que puede sucederles a las universidades públicas, ya que al condenarlas a la financiación privada, estas pueden perder toda la competitividad que han mantenido por décadas, acabando con la excelencia de estas instituciones y poniéndolas al nivel de instituciones de garaje. ¿Cómo se puede ver eso? Los números que proyecta el ministerio de educación son más que claros y contundentes: la idea es que con la financiación privada, a las universidades accedan aproximadamente a un 18% más de recursos, pero no solo piden más calidad, sino un incremento de cobertura cercano a un 30% (datos tomados de una entrevista a Moisés Wasserman, rector de la Universidad Nacional de Colombia), lo más curioso es que de no cumplir con la cantidad ni con la calidad, estas instituciones se exponen a recortes sensibles a su presupuesto, ya de por si bastante estrangulado y agobiado por las políticas que han gobernado desde hace mas de una década, y que van en una clara dirección de la des financiación del aparato educativo estatal.

En mi humilde concepto, es otro nefasto proyecto foráneo (averigüen sobre la amarga experiencia brasilera en ese tema) que pretende ser implementado a base de estudios hechos por sujetos que a duras penas saben que existen las universidades porque de allí de formaron como profesionales, pero que no conocen nada de su funcionamiento, su realidad y mucho menos su importancia en una sociedad civilizada y a tono con los nuevos desafíos.

Si nosotros pensamos en nuestro propio bienestar (como suele ser costumbre en nuestro egoísta y cerrado pensamiento Colombiano) podemos estar pensando en “a mi eso no me toca, que se jodan los pobretones que no tienen plata para pagar una universidad decente”. Les tengo una noticia, en esas universidades van a estudiar sus hijos, sus sobrinos y hasta quizá lo hagan sus nietos, un legado bastante agradable ¿verdad?